Formas de aprendizaje hay muchas y variadas. Sin ánimo de hacer una catalogación exhaustiva de estas, podemos afirmar que a lo largo de la vida podemos realizar aprendizajes, por ejemplo, de forma explícita o implícita; de manera asociativa o diferencial, entre muchas otras. Entre estos procesos que permiten el aprendizaje, a lo largo de este artículo nos adentraremos en uno específicamente y que a veces no ostenta el protagonismo que merece, como el aprendizaje que hacemos cuando observamos o imitamos a aquellos que nos rodean y acompañan. Este aprendizaje por imitación se describe como el que se hace al observar a un modelo determinado para aprender a hacer una tarea concreta, reproduciendo posteriormente lo que se ha visto. Ahora bien, no solo aprendemos a hacer una tarea en concreto, sino que a través de esta forma de aprender también integramos actitudes, mostramos conductas, incorporamos maneras de relacionarnos e interiorizamos formas de cómo gestionarnos emocionalmente, entre otras.

Ejemplos seguro que os vienen un buen puñado a la mente. Sin ir más lejos, hace unos días pude observar como un niño de unos 5 años le decía a su madre “hoy no me hables que no tengo un buen día!”, expresión que comportó cierta sorpresa e incredulidad a la cara de su madre, ya que entiendo que utilizó el mismo tono y las mismas palabras que ella y donde se vio reconocida al instante. Pero este aprendizaje por imitación es del todo necesario para nuestro desarrollo. Gracias a este, también aprendemos una serie de habilidades imprescindibles para nuestra supervivencia, como por ejemplo aprender a comer, andar, hablar o ciertos comportamientos sociales.

Ahora bien, ¿qué factores podemos tener presentes sabiendo la importancia de este tipo de aprendizaje? El primer factor es que para imitar un comportamiento hace falta que haya un modelo. Por lo tanto, en el proceso habrán implicadas, como mínimo, dos personas. Estos modelos podemos ser los adultos con quienes el niño se relaciona en su día a día, como sus padres, maestros y familiares, pero también aprenden de sus iguales y cada vez más de los referentes que a menudo ven en la televisión o a los dispositivos móviles. Hay que apuntar que estos modelos y referentes de las redes sociales tienen un atractivo especial para nuestros niños y adolescentes, puesto que los modelos con quienes compartimos ciertas características, como por ejemplo una edad similar o el mismo género, son más atractivos a ser imitados.

Aquí es donde encontramos un primer factor que tenemos que tener presente para acompañar a nuestros niños, desde el mismo momento que tienen acceso a los dispositivos móviles y con especial énfasis a medida que van creciendo, a poder desarrollar una mirada crítica con los referentes que se encuentran en las redes, unos referentes que muchas veces muestran su mejor cara, sus éxitos y su mejor versión. Estos modelos pueden comportar unos ideales difícilmente alcanzables para una parte de nuestros niños y adolescentes, y que pueden llegar a generar malestar y desesperanza si no los acompañamos en esta mirada más crítica con la vida de lujo y reconocimiento que muchas veces nos quieren mostrar, alejada de la realidad por muchos de nosotros.

El segundo factor importante a tener presente es que este aprendizaje social o por imitación se puede dar a pesar de que no haya una consecuencia positiva posterior, aunque si hay este comportamiento o destreza aprendida tendrá más posibilidades que vuelva a producirse. Vamos a ver un ejemplo. Imaginamos que un niño, en el aula, muestra un comportamiento des adaptativo, como por ejemplo hacer ver que repetidamente se le cae el estuche al suelo y esto hace que la clase se tenga que parar. Si este comportamiento es reforzado por la risa y la atención del resto de compañeros y compañeras y no lo paramos, tendrá más posibilidades que se vuelva a repetir y que además, otros compañeros y compañeras también lo puedan imitar, puesto que resultará atractivo y generará más interés al recibir la atención del resto de iguales. Ahora bien, como ya hemos visto, el aprendizaje también se produce de los referentes adultos más próximos y, por tanto, nuestro modelo y acompañamiento será capital, pudiendo proporcionar conscientemente un modelo adecuado y adaptativo socialmente a nuestros niños y adolescentes.

Otro factor importante que nos ayudará es saber qué características principales intervienen en el aprendizaje por imitación, algunos de los cuales ya se han ido recogiendo. Por un lado, para que un comportamiento pueda ser aprendido por imitación hace falta que cuente con nuestra atención, puesto que si no lo observamos atentamente no lo podremos reproducir después. En un mundo cada vez con más estímulos, más rápidos y más cambiantes, acompañar en la capacidad de poder eliminar las distracciones y entrenar nuestra habilidad de atención continuada cada vez adquiere más relevancia. Un segundo elemento es que hay que retenerlo en la memoria. Y aquí influyen, entre otros factores, el estado emocional en que nos dan estos modelos; recordamos que un ambiente relajado y de seguridad favorecerá la adquisición de cualquier tipo de aprendizaje, también los que realizamos por imitación. Por otro lado, el aprendizaje que hemos llevado a cabo por imitación tiene que ser reproducible, es imposible reproducir aquello de lo que no disponemos las capacidades o todavía no tenemos las habilidades para hacerlo. Acompañar en el autoconocimiento y la tolerancia de la frustración, por ejemplo, puede ayudar a nuestros niños a crecer de forma equilibrada. Y en último lugar, hace falta motivación para aprender aquello que queremos para nosotros mismos. Y añadiría que hay que acompañar a nuestros niños a desarrollar una motivación interna, a conocer bien que es aquello que nos gusta y nos hace sentir bien, y a no depender tanto de los “likes” y del refuerzo externo de los otros.

Para acabar, me gustaría compartiros unas preguntas a modo de reflexión:

  1. ¿Recordáis cuáles fueron vuestros modelos? ¿Qué características os vienen a la memoria? ¿Os sentís reconocidos en vosotros mismos/as?
  2. ¿Cuáles son los modelos en los que vuestros niños/as se reflejan?
  3. ¿Qué tipo de conductas son aceptadas y reforzadas socialmente por estos modelos? ¿Estáis en sintonía con estas?
  4. ¿Habéis pensado en qué tipo “de influenciador” queréis ser para vuestros niños y adolescentes?

Si nuestros niños/as y adolescentes también aprenden de lo que ven en su entorno e imitan muchos de sus comportamientos, actitudes y formas de relacionarse, tenemos que ser muy conscientes de los modelos a los cuales son expuestos y ser nosotros mismos sus mejores referentes.

Un artículo de:

Joan Ronzano

Psicólogo, educador social y técnico del Programa Komtü.