Las escuelas tienen al niño, al alumnado, como objetivo final de su intervención educativa, tanto en la vertiente social (emocional, relacional…) como en la de aprendizaje. Como bien sabemos, para que haya un buen aprendizaje académico, se tiene que producir un buen acompañamiento emocional.

Si el niño/a tiene las necesidades vitales cubiertas (y sentirse querido, valorado, comprendido, es una necesidad vital), entonces está mucho más abierto a cualquier experiencia del entorno, al aprendizaje.

¿Qué profesionales intervienen en el aprendizaje?

Hay muchos profesionales que trabajan alrededor de un escolar. Nos encontramos a maestros, psicólogos/as, psicopedagogos/as, logopedas, trabajadores/as sociales, técnicos/as de integración social, monitores/as, educadores/as sociales, psiquiatras… (seguro que me dejo alguna categoría profesional, pido disculpas por adelantado, pero es que hay muchas).

 

Si queremos que el niño/a sienta que es el centro de nuestra tarea educativa, tenemos que conseguir que todas estas categorías profesionales no sean un sumatorio (multi-disciplinas), sino que se conviertan en un ente disciplinario más global, con conexión de todas las miradas profesionales (inter-disciplinas).

 

Por eso, es determinante desde qué posición me coloco con las otras profesiones, cómo me interrelaciono, para acompañar al máximo al niño/a, a través de la comunión desde todas las disciplinas.

La batalla de los “egos” profesionales

Muchas veces, nos encontramos con compañeros/as que tienen una mirada abierta hacia otras disciplinas, pero también nos hemos cruzado con otras personas que se muestran más cerradas, menos receptivas al que pueden aportar otras disciplinas.

Y aquí es donde aparecen los “egos” profesionales: la batalla entre saber qué necesita el niño, contra lo que cree u opina un/a otro/a profesional.

Tener la sensación de “yo sé qué le pasa a este niño/a, si hacemos lo que propongo, seguramente, estará mejor”, es normal. Este “ego” profesional denota claridad de ideas, seguridad hacia mi disciplina… Podemos decir que es saludable un pensamiento de este estilo.

Por otro lado, es posible que este “ego” acabe generando superioridad con otros compañeros/se, del estilo “yo sí que sé qué necesita. Tú estás errado”.

Es una frase contundente, pero que puede ser un pensamiento interno que nos acompañe y – lógicamente – genere una actitud defensiva hacia otros profesionales. Porque, aunque lo queramos disimular, un pensamiento de este estilo se acaba transmitiendo en la relación profesional, y ya no es tan beneficioso para el niño.

¿Cómo evitar la confrontación interdisciplinar?

¿Te has encontrado alguna vez con un/a compañero/a – es igual de qué disciplina – que siempre cree que tiene la respuesta correcta y siempre sabe qué necesita el alumno/a o su familia? ¿Y si te sales de su “visión”, si la cuestionas, entras en una dialéctica poco productiva?

Tratar con estos compañeros/as profesionales es más cansado que con el alumnado, el cual saldrá perjudicado, y no avanzará como lo podría hacer, porque la energía la ponemos más en nosotros, en nuestra lucha, que en el niño/a o la familia.

Y cuando pasa esto, cuando se da esta confrontación interdisciplinar, no dejamos nuestra posición profesional, sino que internamente nos enrocamos en nuestras ideas y las llevamos a cabo con más ímpetu que antes.

A menudo, en los encuentros con los claustros, les digo que, para estar en sintonía interna con nosotros mismos/se, es importante que nos escuchemos a nivel físico, emocional y cognitivo.

 

Poder observar cómo estoy en los tres niveles, tomar conciencia, me regularme y poder estar por el niño/a y por la clase de una forma más neutra.

 

De forma simbólica, les digo que den un paso atrás o que se levanten de la silla, dejando en ella esa sensación física, esa emoción, ese pensamiento que les “distrae” de la relación con el alumnado. Ponerlo fuera de mí, sentir que me distancio un momento, me permite internamente regularlo y estar por los otros desde un lugar más presente.

Así, con “el ego” profesional, con el pensamiento de “yo sé qué se tiene que hacer” podríamos hacer algo similar. Dejarlo fuera o en la silla, y relacionarme con los/las profesionales con la mente abierta, en beneficio del niño.

 

Solo desde una relación verdadera, sin trampas y con escucha activa, estaremos en disposición de legitimar el otro/a. Así, seguro que conseguimos un espacio de transformación, donde todas las disciplinas son bienvenidas.

De este modo, cada profesional, desde su especialidad, podrá aportar su visión, con el objetivo de sumar y no competir, y con el propósito de generar espacios comunes de unión y construcción.

Con un tono de humor, pero a la vez autorreflexivo, te invito a que contestes a la siguiente pregunta:

  • Y tú, ¿qué posicionamiento ocupas: sumas o compites?

La respuesta: dejo que cadauno/a se conteste desde la sinceridad, a sabiendas de qué es lo que tenemos que hacer para poner al niño en el centro de nuestra actuación ?

Un artículo de:

Carles Bosch.
Psicólogo y terapeuta familiar. Técnico del Programa Komtü.