Antes de continuar leyendo el artículo, te invito a que te regales un pequeño momento, escoge si necesitas un par de minutos o algo más, cierra los ojos, observa tu pensamiento y registra de forma interna aquellas obligaciones que tienes que hacer durante tu día a día (comprar, trabajo, limpieza, cocinar, pareja, conducir…).

Durante este rato que te has regalado, has conectado con estas y otras obligaciones.

Apunta todo lo que has recordado en un papel y observa

¿Cómo te hace sentir lo que haces? ¿Con qué pensamientos conectas mientras lo haces? ¿Cómo está tu cuerpo físico al acabar el día?

Seguramente has conectado con emociones como el estrés y la ansiedad, con la autoexigencia y con sensaciones de agotamiento y cansancio físico, y te pregunto: ¿qué necesitas hacer en este nivel? ¿Qué piensas de aquello que haces? ¿Qué hay detrás de este hacer? ¿Qué pasaría si hicieras menos? ¿Desde dónde lo haces?

Demostrar demasiada exigencia con nosotros mismos, nos genera todas las emociones descritas previamente y nos reduce de forma significativa nuestra autoestima.

¿Qué nos pasa cuando vemos que no llegamos a todo?

El estrés continuado y la ansiedad aumentan los niveles de cortisol y, en consecuencia, disminuye significativamente nuestra capacidad de gestión asertiva, manteniéndonos continuamente en una sensación interna de alerta y peligro.

Para evitar esta y otras sensaciones, emociones y pensamientos desagradables, nuestro organismo nos invita a continuar haciendo, a continuar huyendo de aquello que siento y pienso. El ser humano, de forma innata, ha desarrollado una serie de estrategias como, por ejemplo: luchar, congelarse, complacer y finalmente huir. ¿Cuál crees que es tu predominante?

La necesidad de hacer, de forma compulsiva, repetitiva y con poco descanso responde a la necesidad de huir. Normalmente, las personas que desarrollan esta estrategia demuestran una adición al trabajo, pensamiento excesivo, episodios de ansiedad, dificultades para mantenerse quietos y en calma, una actitud perfeccionista, evasiva e hiperactiva. Cuando las tareas han acabado y aparece un momento, día o época donde hay menos actividad, les suele aparecer tristeza, frustración, soledad, emociones y estados que se suelen querer evitar mediante la actividad frenética del día a día.

Quizás no puedes modificar todos tus «tengo que «, pero lo que sí que puedes transformar es desde dónde lo haces y cómo te hace sentir. Para hacerlo, pregúntate: ¿a qué necesidad responde? ¿Cómo me siento haciendo esto?

Ir desarrollando conciencia de tus acciones te acompañará en tu autoconocimiento y en tu bienestar.

Un artículo de:

Josep Montané.
Integrador social. Técnico del Programa Komtü.