Malabares.

Esta podría ser la palabra que define el proceso familiar a lo largo de una enfermedad.

Dicho así puede sonar difícil, inasumible, especialmente cuando, bien seguro, no estamos en nuestro mejor momento. Pero no lo es, porque es en estas situaciones cuando se dejan ver todos los recursos de los que disponemos. Y porque en realidad la familia es un engranaje amplio, del cual descubrimos la fortaleza precisamente en estos momentos.

Evidentemente, no hay recetas mágicas. Cada casa es un mundo, cada familia tiene sus características y las edades de los niños marcan mucho la diferencia. Pero quizás podría destacar dos elementos básicos que, al menos en mi caso, han estado clave.

Por un lado, diría que este es un proceso que hay que afrontar con mucha humildad. Ser humilde es también saber ocupar tu lugar. La vida te está pidiendo que te pares, que te mires y te dediques tiempo: para digerir, para transitar, para estar presente y poder responder a las necesidades de la situación. Aunque no te encuentres en tu mejor momento, es desde esta mirada de transición y presencia que puedes acompañar de manera natural y abierta.

Por otro lado, destacaría el propio hecho de acompañar. Hace unos años, descubrí el significado etimológico de esta palabra, que proviene del latín “ad-cum-panis”, que literalmente quiere decir: compartir el pan en el camino. Y me parece que, precisamente en este momento, entender el acompañamiento como compartir, va como anillo al dedo. Pues es esto lo que se hace en este momento: compartir momentos, diálogos, preocupaciones, silencios… Y se hace en todas las formas verbales: acompañarse (a un mismo), acompañar el camino que tienen que transitar también aquellos que te quieren y te aprecian, acompañarnos como familia/amigos, dejarse acompañar…

Es así como, una cosa que a priori parecería compleja, con humildad y acompañamiento, se vuelve factible, fluida.

Y como pasa con los malabares, que al principio cuestan y están las pelotas más en el suelo que en las manos, poco a poco, todo se transforma, cada uno de los actores aprende a ocupar su nuevo lugar y todo empieza a rodar como unos malabares que al principio parecían imposibles.

Un artículo de:

Anna Rallo (psicopedagoga y técnica del programa KOMTÜ)