En los últimos años, y cada vez más, oímos hablar de las prácticas restaurativas. Pero, ¿qué son realmente estas prácticas?

En el fondo no son más que una serie de herramientas, recursos y, sobre todo, maneras de entender el conflicto (como una oportunidad) y formas de abordarlo (desde el respeto, el cuidado de las partes implicadas y desde una triple mirada de prevención, detección y actuación).

Hoy os propongo poner el foco en la mediación como práctica escolar que nos permitirá un mejor acompañamiento emocional y que, a la vez, facilita el desarrollo de habilidades, estrategias y herramientas para abordar el conflicto del alumnado que participa.

La mediación en el marco escolar

Esta es sin duda una herramienta muy interesante, tanto para gestionar conflictos presentes como para prevenir los futuros, pero también es una vía excelente para poner en juego aspectos fundamentales de la educación emocional.

Mediación escolar y educación emocional van de la mano desde el momento en el que se visualiza el conflicto como una ocasión educativa, de formación y de crecimiento personal. Ambas se retroalimentan y se fortalecen mutuamente a través de la vivencia porque, de hecho, la mediación implica poner en el tablero de juego muchas de las competencias que se potencian desde la educación emocional.

¿Qué aporta la mediación a la educación emocional?

Podríamos pensar que para hacer una mediación basta con conocer las fases y el planteamiento. No debe ser tan complicado, ¿verdad? Al final, si los dos agentes en conflicto están sentados en la misma mesa, será que ya están dispuestos a llegar a un acuerdo, ¿no? Los mediadores plantean 4 preguntas, dejamos que los mediatos se escuchen y las propuestas irán surgiendo…

Pero, esto no funciona así.

Formarse como mediador va mucho más allá de aprender una técnica. Implica formarse como persona y diría que, sobre todo, implica crecimiento emocional.

Formar parte de una mediación, como mediato, implica mucho más que exponer los propios puntos de vista. Implica levantar la mirada para ver al otro y buscar nuevas formas de comunicación y relación que nos ayuden a encontrar una solución válida para todos.

Vamos a ver algunas de las aportaciones de la mediación a la educación emocional:

 

La mediación potencia que se integren unos patrones de comunicación asertiva

El estilo comunicativo influye en el origen, desarrollo y gestión de un conflicto. Probablemente, unos mediadores con un estilo agresivo añadirían más leña al fuego, i unos mediatos pasivos difícilmente lograrían un acuerdo satisfactorio para todos.

La mediación requiere unos canales, forma y estructura de comunicación adecuados para que el proceso fluya. Este es, pues, un requisito indispensable en cualquier buen mediador, que no solo tendrá que aplicarlo en primera persona, sino que tendrá que facilitar el entorno para que todos los implicados respeten esta necesidad.

 

La mediación mejora la conciencia emocional

Las emociones forman parte del conflicto. Un buen mediador no solo no las puede ignorar, sino que tiene que aprender a abrazarlas desde la no implicación y el respeto. No es sencillo, requiere práctica.

El primer paso es saberlas identificar adecuadamente. Porque, a menudo, conjuntamente con la emoción mostrada, coexisten otras emociones no expresadas que nos ayudan a comprender el conflicto con mayor amplitud y profundidad.

En este punto, el mediador es también un facilitador en el proceso de conciencia emocional de los mediatos.

 

La mediación ejercita la empatía

La mediación requiere ponerse en el lugar del otro. Sin perder de vista las necesidades propias, hay que tener en cuenta al otro para poder llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso. Hay que ponerse en sus zapatos, comprender (no necesariamente compartir) sus emociones y motivos.

Este es sin duda un gran ejercicio de empatía sin el cual la mediación sería imposible.

 

La mediación favorece la regulación emocional de todos los implicados

El mediador vive una situación compleja a lo largo del proceso. Por un lado, tiene que animar a los mediatos a que expongan y compartan sus emociones. A la vez, tiene que gestionar sus propias emociones para que estas no interfieran en el proceso, procurando no inundarse de las emociones de los mediatos.

Los mediatos, por su parte, tienen que regular adecuadamente sus emociones para permitir que estas, estando presentes en el proceso, no lo eclipsen.

 

La mediación facilita la responsabilidad individual y la proactividad

En la mediación, el conflicto no está en el foco, sino que, en todo momento, mediador y mediatos mantienen la mirada en un objetivo común: encontrar una solución satisfactoria para todas las partes.

El mediador facilita que se pueda ver el conflicto como aquello que nos ha llevado aquí, y que los mediatos se puedan plantear: a partir de aquí y dada la adversidad, ¿qué puedo hacer para cambiarlo? ¿Qué puedo aportar?

Conclusiones

La mediación aporta mucho más que una estructura en la gestión del conflicto. Aporta un bien que en Educación Emocional es muy importante: la vivencia.

A través de esta vivencia, los agentes implicados pueden poner en juego y transferir aprendizajes y competencias que, de otra forma, podrían quedar en simples palabras. Por lo tanto, la mediación ayuda a dar forma, a regar y hacer crecer esta semilla que pone la educación emocional en cada una de las actividades realizadas.

Un artículo de:

Anna Rallo

Psicopedagoga y técnica del Programa Komtü.

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