Una característica que nos hace genuinamente humanos, que nos distingue en el reino animal, es nuestra capacidad para crear arte. Desde las primeras vocalizaciones que evolucionaron hacia un lenguaje metafórico y flexible hasta la primera flauta cortada en un hueso hace miles de años, las artes han sido una expresión fundamental de nuestra especie. Esta capacidad no es un simple adornamiento cultural; es una herramienta poderosa que modela nuestro cerebro, impulsa el aprendizaje y nutre nuestro bienestar emocional.  

Desde la perspectiva de la neurociencia, integrar las artes en la educación es imprescindible. Las experiencias artísticas vivenciales alimentan la plasticidad cerebral, es decir, favorecen la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse. Cuando los niños y niñas se sumergen en la música, el teatro, la pintura o la danza, no solo se divierten, están construyendo activamente las autopistas neuronales que sustentarán la capacidad de aprender, crear y conectar con otras personas a lo largo de toda la vida.

¿Qué suponen las artes desde la perspectiva de la neurociencia?

Más allá de una técnica o producto final, las artes son, en esencia, un ejercicio de flexibilidad, creatividad y simbolismo. Cuando un niño interpreta un personaje en una obra de teatro, filtra este rol a través de su propia manera de ser y de sentir, un acto profundamente creativo y personal. Un simple trazo puede representar una idea compleja y una melodía puede evocar una emoción profunda.   

Esta capacidad por aquello que es simbólico y abstracto es lo que permitió la evolución del lenguaje. Esta evolución no habría sido posible sin un cambio en nuestra laringe y, fundamentalmente, sin un cerebro preparado para la flexibilidad. Por lo tanto, las artes son una manifestación directa de las mismas cualidades que nos permitieron desarrollar la comunicación compleja y, gracias a esta, la cultura.

El impacto de las artes en un cerebro en proceso de aprendizaje

Un sistema educativo que pretenda acompañar el desarrollo integral de los niños tiene que centrarse a alimentar la plasticidad del cerebro. ¿Y como se consigue? A través de experiencias vivenciales, significativas y, si puede ser, multisensoriales. Aquí es donde las artes juegan un papel insustituible.

1. Fomentando la creatividad y el pensamiento flexible

Para ser creativos, necesitamos conocimientos y experiencias previas para poder combinar de maneras nuevas e inesperadas. Las artes son un laboratorio perfecto para este proceso. Ofrecen una infinidad de lenguajes y herramientas para que los niños exploren, combinen y transformen ideas. Cuanto más integramos las artes en todas las áreas del currículum, desde las matemáticas hasta las ciencias sociales, más estaremos favoreciendo un cerebro plástico y capaz de encontrar soluciones originales en los problemas.   

El juego infantil, de hecho, es teatro en estado puro. Es una representación simbólica y creativa de la realidad que les permite procesar el mundo. En cambio, el uso excesivo de pantallas limita esta experiencia a dos sentidos (vista y oído), hay una interacción a menudo pasiva, restando oportunidades para un desarrollo sensorial completo y una exploración creativa activa.

2. El papel clave del estado emocional al aprendizaje

La neurociencia nos muestra que no aprendemos en un vacío emocional. El estado en el que nos encontramos condiciona completamente nuestra capacidad para asimilar nueva información. No se trata de buscar sensaciones positivas (alegría, amor…) y evitar las negativas (miedo, ansiedad, ira…), sino de comprender qué sensaciones nos abren al aprendizaje y cuáles nos cierran. Una sensación de incomodidad o de miedo, por ejemplo, puede hacer que un niño no quiera volver a participar en una actividad teatral, bloqueando una vía de expresión valiosa.   

Hay dos estados emocionales proactivos que son especialmente potentes para el aprendizaje y que las artes ayudan a promover:

  • La curiosidad: Entendida como una manifestación de la sorpresa, la curiosidad es el verdadero motor del aprendizaje. Activa la motivación, y la motivación pone en marcha nuestro cerebro: aumenta el flujo de sangre, glucosa y oxígeno, haciéndonos más eficientes. Neurológicamente, se activa el cuerpo estriado, una zona del cerebro vinculada a la sensación de recompensa. Cuando algo nos genera curiosidad, aprender se convierte en una experiencia placentera. 
  • La confianza: Si como adultos confiamos en las capacidades de nuestro alumnado, confiarán en nosotros y, lo que es más importante, en sí mismos. La confianza es contagiosa. La autoconfianza es fundamental para atreverse a explorar, equivocarse y tomar decisiones. Las artes, al permitir que cada niño se exprese desde la singularidad y al valorar el proceso por encima del resultado, son una herramienta extraordinaria para construir una autoconfianza sólida.

3. Conectando cuerpo y mente para un aprendizaje integral

Nacemos con todos nuestros sentidos preparados para explorar el mundo, mucho más allá de los cinco que tradicionalmente denominamos. Somos una unidad de cerebro y cuerpo, y el aprendizaje es más profundo y duradero cuando se involucra la multisensorialidad.  

La danza requiere conciencia corporal; la música, una escucha atenta; el modelado, el sentido del tacto; el teatro, la expresión gestual y vocal. Si integramos el cuerpo y los sentidos en el proceso de aprendizaje, no solo lo hacemos más atractivo, sino que consolidamos las conexiones neuronales de manera mucho más robusta.

Como integrar las artes en el día a día

Reconocer los beneficios de las artes es el primer paso. El siguiente es crear espacios y tiempos para que puedan florecer tanto en la escuela como en casa.

  • Integrar, no solo añadir: En lugar de tratar las artes como una asignatura aislada, podemos buscar maneras de integrarlas en otros aprendizajes. Podemos representar crear una canción para recordar una fórmula matemática o modelar con arcilla el ciclo del agua. 
  • Valorar el proceso: El objetivo no es crear artistas profesionales, sino acompañar personas creativas y seguras. Es fundamental poner el foco en la exploración, el esfuerzo y la expresión personal. 
  • Proveer materiales diversos y poco estructurados: Materiales como teles, cajas de cartón, elementos naturales, pinturas o arcilla invitan a la creación libre y al desarrollo de la imaginación, a diferencia de los juguetes con un único propósito.  
  • Ser modelos de confianza: Nuestra actitud como adultos es clave. Si mostramos confianza en sus procesos creativos, sin juzgar ni corregir constantemente, damos el permiso que necesitan para explorar y expresarse libremente.

En definitiva, apostar por las artes en la educación es apostar por el desarrollo de personas más flexibles, creativas, empáticas y seguras de sí mismas.

Un artículo de:

Ana Caruezo (comunicadora científica y social)