Nuestro día a día es intenso: pasamos de una situación a otra casi de forma inmediata, a menudo sin podernos dar un respiro para descansar de verdad. Y si a esta dinámica sociocultural añadimos otro ingrediente como es el acompañamiento a los niños, todavía aumenta más la energía invertida. 

Es cierto también, que a menudo entendemos el descanso o la relajación como actividades asociadas a “hacer”: viajar, ver una serie, tomar algo, andar por la montaña o estirarnos en la playa. Y todas estas opciones están muy bien si nuestro objetivo es encontrar un espacio por nosotros. Pero, ¿que pasaría si, en vez de buscar la distracción, pusiéramos el foco al descansar desde dentro, utilizando el cuerpo como recurso para conectar con un estado de calma y presencia? 

La respiración, el yoga o la meditación, entre otros, son técnicas que probablemente ya conocéis. Pero, en este artículo no nos queremos centrar en el qué sino en el cómo. Más allá de lo que hacemos, la clave es desde donde lo hacemos. Desde esta mirada, cualquier momento puede convertirse en un espacio de cura, también mientras estamos con los niños que acompañamos.

El cuerpo como puerta de entrada al descanso

Para adentrarnos en la relajación, es útil tomar conciencia de cómo está nuestro cuerpo y reajustarlo para facilitar un estado de calma y descanso. Aquí entra en juego el homúnculo de Penfield, una representación del cuerpo según la incidencia en el cerebro. En este mapa humano, la cabeza, los labios, la lengua y sobre todo las manos tienen un protagonismo muy grande, destacan por encima de otras partes del cuerpo. Estas zonas, en especial la lengua y las manos, son claves para influir directamente en nuestro sistema nervioso y facilitarnos paz y serenidad.

Vamos a la práctica

Te proponemos hacer una pequeña experiencia ahora mismo:

  1. Pon atención a tu lengua. Déjala reposar suavemente sobre el labio inferior, como si encontrara una almohada donde reposar. A cada expiración, siente como descarga tensiones y ocupa más espacio dentro de la boca. ¿Qué te parece la sensación?
  2. Manteniendo la lengua en este estado, ahora fíjate en tus manos. Lleva la atención a cada dedo de la mano, uno por uno, y en el centro de esta. Con cada expiración, imagina que la mano se va expandiendo y soltando las tensiones. ¿Cómo te sientes con estas dos modificaciones de tu cuerpo?

Si te has fijado, los niños a menudo sacan un poco la lengua cuando juegan, se concentran o están relajados. Es una muestra natural de estar conectados con ellos mismos, atentos pero sin tensión.

Para acabar

Después de esta práctica, os invitamos a incorporar este recurso en diferentes momentos de vuestro día a día y en el acompañamiento a los niños. Observa qué cambios se producen en ti y como esto influye en la relación con los otros. 

Recuerda: lo importante no es solo que hacemos, sino como lo hacemos.

homuncle de Penfield

 

Un artículo de:

Javier Castillo (técnico programa Komtü)